Aunque
le pareciera increíble, el personaje asesino se negaba a cederle la palabra a
su futura víctima, insistía en que estaba todo dicho. Como nada pudo hacer el
autor para disuadirlo, decidió apagar el ordenador y dejar que se arreglaran
entre ellos. A la mañana siguiente, ni bien entró al borrador de la novela, el
autor, inspirado, se puso a teclear velozmente. Cuando minutos después repasó
lo escrito se percató de que el asesino yacía sobre el suelo con un puñal en el
pecho. Mientras tanto, la víctima original, devenida en asesina, alegaba
defensa propia.
Cuento Metaliterario Hiperbreve, finalista del
Concurso Internacional de Microficción “Garzón
Céspedes” 2012